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El Día de Muertos, una de las celebraciones más emblemáticas de México, mantiene viva su relevancia como fiesta popular que une a la nación, destacó el arqueólogo Eduardo Merlo Juárez, Asesor Cultural de UPAEP.
“Esta festividad supera incluso a la Navidad en su capacidad de reunirnos. Es una celebración colectiva que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos”, señaló Merlo Juárez.
Originada en las culturas prehispánicas, la tradición concibe la muerte como un descanso, no como un castigo. Los difuntos regresan una vez al año para reunirse con los vivos, y la ofrenda se convierte en un banquete que los honra. “Si no hay comida, no hay ofrenda. Es un acto de amor y memoria hacia quienes nos precedieron”, explicó.
Cada elemento del altar tiene un significado profundo: aromas, sabores, colores y sonidos buscan estimular los sentidos de quienes están en el más allá. En Puebla, el mole y el arroz son imprescindibles, acompañados de postres como el punche de maíz azul y flor de azahar, tradición que actualmente busca rescatarse entre los jóvenes. Las flores de cempasúchil guían a las almas hacia su hogar y simbolizan la conexión entre la vida y la muerte.
Merlo Juárez aclaró algunos mitos: los escalones, pisos y niveles de las ofrendas no forman parte de la tradición ancestral original. “La ofrenda auténtica era un banquete sencillo con flores y luces. Es una tradición familiar, no religiosa, aunque muchos incluyen imágenes por devoción”, indicó.
El arqueólogo destacó que la costumbre ha recuperado fuerza entre las nuevas generaciones, tras un periodo en que el Halloween influyó en su popularidad. “Hoy vemos calaveras, catrinas, desfiles y ofrendas en casas, escuelas y calles. La tradición se sigue enriqueciendo con cada generación”, afirmó.
La celebración ha trascendido fronteras, llegando a ciudades como Chicago, Nueva York y Los Ángeles, donde las comunidades mexicanas reproducen los colores, aromas y símbolos de sus ofrendas.
Según la tradición mesoamericana, las fechas de celebración se escalonan: el 28 de octubre llegan las almas de muertes trágicas; el 29, las relacionadas con agua o frío; 30 y 31, los niños; el 1 de noviembre, los adultos; y el 2 de noviembre, la despedida general. Recientemente se añadió el 27 de octubre como día dedicado a las mascotas, recordando su papel en la cosmovisión prehispánica.
Más allá de la riqueza visual, Merlo Juárez subrayó que lo esencial es mantener vivo el espíritu de la tradición. “No importa el tamaño de la ofrenda, lo relevante es participar y recordar a nuestros seres queridos. Eso refuerza la memoria familiar y la identidad cultural de México”, concluyó, invitando a todas las familias a sumarse activamente a esta celebración.
